Damasco, 6 nov (PL) Siria está a punto de entrar en el sexto año de una guerra impuesta desde el exterior y que alienta a los terroristas para destruir a una nación que resiste el drama de ver desvanecerse lo construido durante muchos años.
Entre fines del 2011 y hasta la fecha, las pérdidas de esta nación del Levante pasan de los 80 mil millones de dólares, equivalente a más del 200 por ciento del Producto Interno Bruto del año 2015, según datos computados por el Centro de Estudios e Investigaciones de Damasco
A esto se une el continuo crecimiento de la inflación por los daños económicos y la elevada destrucción de la infraestructura industrial y agrícola, pilares básicos de la economía del país.
Las valoraciones al respecto indican además que la nación perdió algo más del 23 por ciento en el Indice de Desarrollo Humano establecido por Naciones Unidas, todo causante, entre otros, del desplazamiento interno de más de seis millones de personas y hacia territorios vecinos o de Europa de otros tres millones y medio.
Sectores como la agricultura, la industria, la construcción, los servicios públicos, el transporte y el almacenamiento han sufrido un nivel de destrucción sin precedentes, con disminuciones drásticas en equipamiento, insumos y por ende, productivas.
Los estimados indican que en esos aspectos las pérdidas oscilan entre cuatro y nueve veces el Producto Interno Bruto del año 2015.
De casi 10 mil kilómetros de vías férreas, incluida la línea entre Damasco y Medina, Arabia Saudí, fundada en 1914 y de mil 300 kilómetros de extensión, solamente volvieron a funcionar 100 que unen las ciudades de Homs y Tartus, puerto del Mediterráneo sirio
El transporte por carretera está virtualmente paralizado y solamente funciona a través de convoyes, muchas veces escoltados por el Ejército entre algunas ciudades y limitado al máximo hacia zonas de las provincias de Raqqa, Hasaka y Deir Ezzor, asesiadas por los grupos terroristas.
En cuanto a la aviación civil, el aeropuerto internacional de la capital siria funciona solo ocasionalmente con algunos vuelos hacia Irán, Iraq y Rusia e internamente hacia Qamishli, en la provincia norteña de Hasaka
Siria además sufre el arrasamiento de más de un tercio de las zonas industriales de importancia en Alepo, Homs, Hama y los suburbios de Damasco, y una disminución ostensible de las producciones en las regiones rurales, donde ocurren cotidianamente, la mayoría de los enfrentamientos armados.
Esta nación del Levante, con una infraestructura de salud de las más avanzadas en el Medio Oriente, resiste y suple con enormes sacrificios financieros la destrucción total o parcial de más de 50 hospitales y centros asistenciales y cinco mil escuelas devastadas de las 22 mil existentes, además de la producción de medicamentos y de los cuales se autoabastecía en casi un 90 por ciento.
A la guerra impuesta desde el exterior y el respaldo al sabotaje y accionar de los grupos terroristas, se une el bloqueo comercial y económico de Occidente aplicado desde los primeros meses del 2012 y que impide transacciones financieras, la compra de piezas de repuesto y de insumos para todos los sectores de la economía.
Hasta el 2011, Siria producía 480 mil barriles diarios de petróleo, siete millones de toneladas de trigo, un millón de toneladas de algodón y casi dos millones de remolacha azucarera, lo cual, junto a otras producciones, permitía un nivel elevado de autoabastecimiento, todo lo cual se ha reducido en casi dos tercios.
Aun ante esos datos escalofriantes, el Estado sirio funciona, trata de estabilizar las políticas monetarias y mantiene un nivel mínimo de subsidios para millones de desplazados, ubicados en albergues provisionales que requieren un notable esfuerzo en alimentación, salud y empleo.
Otro sector totalmente afectado es el del turismo y que hasta el 2013 significó la entrada al país de más de ocho millones de visitantes y por lo tanto, de un elevado ingreso en divisas fuertes.
La crisis que vive el país, a un costo humano de más de 270 mil muertos y una cifra superior al medio millón de heridos y mutilados, dejó de ser una guerra civil como pregonaron insistentemente los grandes medios de comunicación occidentales.
Los resultados económicos y el alto costo social que estos implican, demuestran sin lugar a dudas el afán destructivo contra una nación cuyo quehacer de tolerancia y convivencia, con virtudes y defectos, se ganó el odio y el resentimiento insensato de Estados Unidos y sus aliados europeos y regionales.
Siria: el drama de casi seis años de guerra impuesta
Por Pedro García Hernández